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Desde el corazón: La profunda realidad de ser una persona altamente sensible





«Las personas altamente sensibles tienen un sistema nervioso más reactivo y una mayor capacidad para procesar información, lo que les permite tener una experiencia más rica y profunda del mundo.»

Elaine Aron

 

Desde que era muy pequeña, he valorado el amor profundamente. Soy una persona altamente sensible (PAS), lo que significa que tengo una capacidad innata para percibir detalles y emociones que a menudo pasan desapercibidos para otros. Este don me permite detectar las emociones de los demás con facilidad y me impulsa a querer aliviar sus cargas emocionales. Con el tiempo, me he dado cuenta de que cuando me desbordo en lo que hago por los otros, puede ser por dos razones. A veces, surge del profundo amor que siento hacia ellos, mientras que en otras ocasiones, es porque percibo su malestar, inconformidad o preocupación. Como persona PAS, me resulta muy difícil sostener esas emociones negativas. Por lo tanto, me resulta más fácil intentar arreglar la situación que soportar el peso de esas emociones.


En mis relaciones, busco conexiones auténticas y profundas. Valoro la sinceridad y la conexión emocional real, y me esfuerzo por crear vínculos significativos con los demás. Puedo detectar las necesidades y emociones de las personas a mi alrededor con gran precisión, lo que me impulsa a ayudar y cuidar de los demás, a veces a costa de mi propio bienestar. En situaciones de conflicto, suelo asumir el papel de pacificadora, esforzándome por comprender al otro y reflexionar sobre cómo actuar.


Muchas veces me siento incomprendida. Nadie parece detenerse a preguntarse cómo me siento o cómo es ser como yo. Se asume que, porque no pido ayuda o no expreso lo difícil que es para mí sostener tanto, no siento nada o nada me afecta. Esto ha sido muy doloroso. A veces, cuando me permito relajarme y no respondo con la misma amabilidad o rapidez que de costumbre, noto que la reacción del otro es de molestia, y siento que se olvidan de todo lo que siempre hago para estar presente. Ha sido un reto para mí equilibrar esto. No tomarme personal las reacciones de los demás y entender que cada reacción proviene más de lo que sucede en el mundo del otro que de su percepción de mí. 


Durante muchos años, busqué que las personas de mi alrededor entendieran mi manera de ser, lo hice de todas las formas posibles: con palabras amables, con gritos de desesperación, esperando que alguien más me entendiera y me ayudara también a entenderme yo misma mejor. Mis expectativas siempre eran altas y, desafortunadamente, constantemente decepcionadas. Nadie parecía cumplir con esto que para mí era tan importante. Siempre creí que hay cosas que no se deben pedir; si alguien realmente te ama y se preocupa por ti, te las ofrecerá voluntariamente. Pensé que el amor y el compromiso se demostrarían a través de estos gestos espontáneos.


Me dijeron que debía ser más explícita sobre lo que necesitaba, que debía expresar mis molestias y decepciones de manera clara. Intenté hacerlo, pero tampoco funcionó. Más bien esto muchas veces creó conflicto y malestar. La magia comenzó cuando cambié mi enfoque. Empecé a cuidarme, a comprometerme conmigo misma y a entender que cualquier cosa que quisiera o necesitara, debía comenzar a dármela yo misma.


En el momento en que asumí esta responsabilidad personal, todo a mi alrededor empezó a cambiar. Ese apoyo genuino con el que siempre había soñado empezó a llegar. Sentí el amor que tanto anhelaba. Comprendí que de nada sirve pedir silenciosamente, o incluso a gritos, lo que necesitamos, si no tomamos la responsabilidad de amarnos, comprendernos y respetarnos primero.


En este camino de autodescubrimiento, me di cuenta de que muchas de las cosas que pensaba que necesitaba y pedía, o que me harían feliz, no eran las que realmente me llenaban. Descubrí quién soy, qué me gusta, qué no, qué espero realmente, cuáles son mis lenguajes de amor y qué es lo que más valoro y honro. Este proceso me ha enseñado la importancia de dosificar el amor que damos hacia afuera para no llegar desgastados a nosotros mismos. Necesitamos vernos, amarnos y cuidarnos también a nosotros.


Este camino de transformación tomó tiempo, mucho más tiempo del que pensaba. Hubo muchos errores, muchas caídas, y mi corazón se rompió en pedacitos muchas veces. La paciencia ha sido clave. Me tomó mucho tiempo llegar aquí, pero si no hubiese empezado cuando empecé, aún estaría en la tristeza de cada decepción. Trabajar en ti mismo es el mayor regalo que puedes hacerte.


Muchas veces, me preguntan en terapia: "¿Cómo puedo hacer para que aquellos que no sienten, piensan y actúan como yo no me afecten?" Mi respuesta siempre será: trabaja en ti. Cuando las personas no responden como tú lo harías, no piensan igual o no actúan de la misma manera, es crucial entender que sus reacciones y comportamientos no son reflejo de tu valor personal. Cada individuo tiene su propio conjunto de experiencias, creencias y emociones que influyen en su manera de ser. No puedes cambiar a los demás, pero sí puedes cambiar tu perspectiva y tu respuesta hacia ellos.


El mundo exterior cambiará cuando tú estés en paz contigo. Al trabajar en ti mismo, desarrollas una fortaleza interna y una paz que te permiten enfrentar la diversidad de pensamientos y acciones sin tomarlo personal. Aprendes a aceptar a los demás tal como son, sin permitir que sus diferencias te afecten negativamente.


Me agradezco y honro mi camino de valentía y amor hacia mí misma. Este viaje de autodescubrimiento ha sido transformador, y espero que mi historia pueda inspirar a otros a tomar las riendas de su propio bienestar. Porque cuando te amas y te respetas, el mundo responde de la misma manera. Aprendí que el verdadero cambio y el verdadero apoyo comienzan desde dentro, y que la verdadera felicidad se encuentra en el autoconocimiento y la autovaloración.


Quisiera pedir a los que no son personas PAS que tomen un poco de tiempo de empatizar y conocer mejor a las personas PAS para que a pesar de nuestra mejora personal y transformación también podamos sentirnos amados de la forma como nosotros amamos. Eso sería inmensamente sanador. A ti que eres diferente a mí, te entiendo. Y seguiré esforzándome por entenderte cada vez mejor. También te pido que hagas lo mismo por mí. Yo también te necesito.


No es fácil ser una persona altamente sensible; ha sido un gran reto para mí. Sin embargo, no lo cambiaría por nada. Agradezco tener el don de amar con tanta profundidad y valorar las conexiones significativas con los demás. Esta sensibilidad me permite experimentar la vida con ojos de amor y magia. Hoy puedo decir que no cambiaría este rasgo de mí por nada en el mundo. 


Con amor, 

Ana


PS: Si quieres comprender mejor lo que significa ser altamente sensible, te invito a leer estos otros dos artículos.


El Ferrari rojo y el mundo interior de las personas altamente sensibles: https://www.anazaharciuc.com/post/el-ferrari-rojo-y-el-mundo-interior-de-las-personas-altamente-sensibles


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