«Detrás de cada cosa hermosa, hay algún tipo de dolor»
Bob Dylan
Hoy celebro la vida, celebro mi primer año sin migrañas. Este primer año sin dolor no solo marca la ausencia de un síntoma, sino la victoria de la resiliencia y el amor propio. Estos últimos años he trabajado MUCHO en mí misma, he elegido escuchar a mi cuerpo y a mi corazón. He aprendido a respetar mis límites, a decir "no" cuando es necesario y a decir "sí" a lo que nutre mi bienestar. Aprendí lo que significa realmente honrarme a mí misma así como siempre he honrado a los demás. Descubrí que el verdadero amor propio es un compromiso diario. Cada día que elijo parar y cuidarme, es un acto de valentía. Sigo aprendiendo, sigo trabajando en mí, entendiendo que cada día que pasa es una nueva oportunidad para conectarme conmigo misma, para aprender más sobre mis necesidades y para tomar decisiones que me acercan a una vida más equilibrada. Después de vivir 23 años con migrañas de muy alta intensidad y frecuencia diaria en los cuales atravesé no solo el dolor físico sino también los desafíos emocionales y mentales que acompañan al dolor crónico, ¡aquí estoy, celebrando un año de escuchar a mi cuerpo, a mi corazón y, sobre todo, un año poniendo en práctica todo lo aprendido para ser feliz! Las migrañas me enseñaron a VIVIR, y hoy les doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.
Cambié mis migrañas por todos los aprendizajes que me dejaron.
Resiliencia inquebrantable: Cada migraña me enseñó a ser fuerte en medio del dolor. Aprendí que, incluso en los días más difíciles, hay una fortaleza interior que siempre va a sostenerme.
Autoconocimiento profundo: La convivencia con el dolor me llevó a conocer mi cuerpo en niveles profundos, a entender sus señales y a aprender a escucharlo. En este viaje, la conexión conmigo misma se ha vuelto un superpoder.
Empatía expandida: El dolor crónico me ha hecho más empática hacia el sufrimiento de los demás. He aprendido a comprender y apoyar las luchas invisibles de los demás.
Compasión hacia mi misma: Aprendí a dejar de ver al dolor como mi enemigo cuando entendí que estaba batallando contra mi propio cuerpo. Y lo que mi cuerpo y mi ser más necesitaban era el amor más grande que podía darles. Fue en ese momento cuando empecé a tratarme con compasión.
Priorización de mi autocuidado: La importancia de cuidarme a mí misma se ha vuelto esencial. Aprendí a priorizar mi bienestar físico y emocional sobre cualquier otra demanda.
Conexión profunda con mis emociones: El dolor crónico me ha conectado más profundamente con mis emociones, permitiéndome abrazar tanto las alegrías como los desafíos.
Fuerza mental constante: La persistencia en medio del dolor ha fortalecido mi mente y me ha dado una perspectiva más positiva frente a los desafíos. Amar a tu cuerpo, incluso cuando duele, es un acto de valentía.
Agradecimiento por mi salud: Aprendí a apreciar la salud de una manera que nunca habría imaginado.
Paciencia, mucha paciencia. Cuando empecé a mejorar todo comenzó a ser incluso más duro. La mejora era gradual y yo quería que fuera definitiva. Luego de tener 5 días seguidos sin migraña, me emocionaba, pensaba que ya por fin se había ido para siempre. Cuando al sexto día volvía con mayor intensidad me desmoronaba. Tenía que volver a comenzar el conteo. Luego ya no eran cinco días seguidos sin dolor sino un mes, y me emocionaba aún más, hasta que de nuevo venían un par de días con migraña. Era devastador para mí. La paciencia me ha enseñado a aceptar los altibajos con gracia, a no perder la esperanza cuando las cosas van despacio y a valorar cada momento de alivio. En este viaje, la paciencia no ha sido solo con el cuerpo, sino también con mi mente y mi espíritu. Con el tiempo entendí que estaba mejorando y eso era lo importante, no llevar la cuenta. También comprendí que no tenía que esperar más nunca tener migraña. Ese no era el enfoque correcto.
Aceptación y paz interior: Aceptar la realidad del dolor crónico durante tantos años me ha llevado a una paz interior maravillosa. He aprendido a encontrar serenidad en medio de la tormenta.
Perseverancia radical: Cuando todos los médicos me decían que viviría con migraña toda la vida, porque no tiene cura, mi voz interior era más fuerte y estaba convencida de que algún día lograría vivir sin dolor. Estaba dispuesta a estudiar lo que hiciera falta hasta conseguirlo, a aprender tanto como fuera necesario sobre mi propio cuerpo, sobre tratamientos, sobre enfoques holísticos. ¡¡¡Y así lo hice!!! Cada día fue una lección, cada obstáculo una oportunidad para demostrar mi compromiso conmigo misma, con mi salud y con mi amor por la vida. Mi determinación era aún más fuerte que mi dolor. Mi voz interior se convirtió en mi guía, mi motor en los días difíciles y mi aliada en la búsqueda de una vida sin migrañas.
Para aquellos que enfrentan pronósticos desalentadores, quiero recordarles que la perseverancia radical puede cambiarlo TODO. La voluntad de aprender, desarrollarse personalmente y seguir adelante puede abrir puertas que ni siquiera imaginábamos.
Confianza y esperanza infinita: Cada día que pasa confío aún más en mí misma y en la vida. Confiar me acerca al amor y me aleja del miedo. Y con amor TODO es posible.
De vez en cuando aún tengo alguna migraña, no se compara con lo que viví durante 23 años, pero cuando llega el dolor, no me asusto, no me desmorono, abrazo mi dolor, lo acaricio, lo escucho y sé que así como vino, así se irá. Esto me hizo comprender que soy una persona altamente sensible, que hay emociones que me desestabilizan y colapsan mi cuerpo. Estoy orgullosa de mi alta sensibilidad, a veces es duro ser así, pero la mayor parte del tiempo mi sensibilidad me hace más humana. Dosificar ha sido una palabra CLAVE en mi proceso. Mi tendencia va a ser siempre a desbordarme, a hacer más de lo que puedo, a cuidar más a los demás que a mí misma, a preocuparme más de la cuenta. Si te soy honesta, me gusta ser así, sobre todo ahora que he aprendido a incluirme también en la ecuación y a honrarme.
Agradezco a todos los que han sido parte de este viaje, a aquellos que me han brindado apoyo y comprensión. Sentir todo su amor me ha ayudado inmensamente.
A todos los guerreros y guerreras que están ahí fuera luchando con cualquier dolor crónico quiero decirles que ES POSIBLE VIVIR SIN DOLOR. La fortaleza que llevas dentro es asombrosa. Cada día que enfrentas el dolor y sigues adelante es un testimonio de tu increíble poder. Descubre esa fuerza interior, alimenta tu resiliencia y continúa avanzando, paso a paso. Sé que eres valiente y sé que vas a conseguir tu felicidad máxima y una vida libre de dolor. Para mí, el secreto de una vida sin dolor está en amarte, cuidarte, honrarte, ser feliz, hacer lo que amas y alinear lo que piensas, sientes y haces. Todo esto se dice fácil pero aprenderlo toma tiempo, te caerás muchas veces, llorarás y te sentirás completamente frágil, perderás la esperanza, perderás también muchas personas en el camino que no entenderán tu lucha, eso sí, una vez que te conozcas y te permitas ser feliz tu vida será una vida con sentido. Creo en ti.
Con amor y compasión,
Ana