«Entiendo ahora que no soy un desastre, sino una persona que siente profundamente en un mundo desordenado. Cuando alguien me pregunta que por qué lloro frecuentemente, le explico que es por la misma razón que río frecuentemente: porque estoy prestando atención.»
Glennon Doyle
En la superficie, puedo parecer invencible. Mi sonrisa puede ser tan brillante como el sol, y mi determinación puede parecer inquebrantable. Soy amable, cariñosa, me preocupo por todos, siempre escucho y estoy cuando me necesitas. Pero, como cualquier otro ser humano, tengo mis momentos de debilidad. Hay días en los que me siento cansada, agotada por el día a día, por lo que falta por hacer, por las preocupaciones que pueda tener, por quienes extraño, por aquello que añoro, por los problemas que tengo que resolver, por los retos que la vida me presenta, por aquello que aún estoy luchando por comprender…
Soy fuerte, sí, pero a veces no quiero serlo. A veces, anhelo la libertad de simplemente dejar caer mi armadura y permitirme ser vulnerable. Necesito ese espacio seguro donde pueda bajar la guardia, donde pueda permitirme sentir mis emociones sin temor al juicio o a la crítica.
Cuido mucho a los demás, es verdad. Es parte de quien soy, parte de mi naturaleza compasiva y empática. Pero también necesito que me cuiden a mí. Necesito que alguien tome mi mano y me diga que está bien no ser fuerte todo el tiempo, que está bien necesitar ayuda y apoyo. Necesito que alguien me abrace y me escuche con el corazón, sin decirme qué hacer o cómo resolver las cosas, y me haga sentir que no estoy sola. Necesito que alguien se dé cuenta de cómo me siento y tenga el impulso de acercarse y saber cuándo ayudar sin tener que pedirlo. Porque si realmente observamos y estamos presentes podemos saber cuándo alguien nos necesita. Así lo siento yo. Y así me gustaría que los demás también lo sintieran, aunque con el tiempo he aprendido que no todos somos iguales y eso está bien también.
Me esfuerzo por estar bien. Me esfuerzo por encontrar la felicidad, la paz interior, la aceptación de mí misma. Y mientras lucho por mi propia felicidad, también lucho por ayudar a otros a encontrar la suya. Porque sé lo importante que es tener a alguien que te apoye, que te escuche, que te comprenda. Es muy importante para mí crear ese espacio para quienes amo.
Soy altamente sensible. Cada palabra, cada gesto, cada emoción de los demás va directo a mi corazón. Siento profundamente, amo profundamente, y a veces eso puede ser abrumador para mí y sé que para los demás también, por eso a veces trato de no mostrarlo. Pero también es lo que me hace quien soy. Es lo que me permite conectar con los demás de una manera única y significativa. Y qué feliz me hace eso.
Así que por favor, no confundas mi fortaleza con que no necesito de los demás porque no lo pido. No asumas que porque siempre estoy sonriendo, siempre estoy bien. Todos necesitamos un espacio seguro, incluso aquellos de nosotros que parecemos ser los más fuertes.
He aprendido a buscar siempre algo positivo en cada situación, incluso en los momentos de máximo dolor. He entendido que cada situación difícil es una oportunidad para crecer, aprender y evolucionar. Es por eso que me verás serena y sonriendo siempre que pueda. Esto no significa que estoy minimizando lo que me pasa o lo que siento. Soy muy consciente de mis emociones, pero en lugar de permitir que el dolor me consuma, elijo utilizarlo como un impulso para seguir. Y qué importante es elegir.
A lo largo de los años, he aprendido a navegar por el mundo como una persona altamente sensible. He aprendido a establecer límites saludables en mis relaciones, a buscar espacios seguros donde pueda recargar energías y a cuidar mi bienestar emocional como una prioridad. He descubierto que necesito tiempo a solas para procesar mis emociones y que la naturaleza siempre me ayuda a enraizarme.
Aprendí a amarme siendo una persona altamente sensible porque esto trae consigo muchas bendiciones. Mi sensibilidad me ha permitido conectar profundamente con los demás, sentir empatía por sus alegrías y sus penas, y ofrecer consuelo y apoyo cuando más lo necesitan. He aprendido a ver mi sensibilidad como un regalo, una habilidad especial que me permite experimentar la vida de una manera única y significativa.
Este artículo está dedicado a todas aquellas personas fuertes, con un corazón noble, que les cuesta muchas veces pedir ayuda y expresar cómo se sienten. A aquellas almas valientes que llevan una sonrisa brillante y un deseo inmenso de ver a todos aquellos que aman felices, en paz, cumpliendo sus sueños más profundos. Son aquellos que escuchan atentamente, que están siempre para todos, aún cuando ellos mismos están agotados y necesitan un hombro en el cual apoyarse.
Esta reflexión está dirigida a todas esas personas que tantas veces se han sentido solas e incomprendidas en su lucha interna, esperando en silencio que alguien notara cuando necesitan un poco de apoyo o consuelo. Es para todos aquellos que han aprendido a sostener a los demás con tanto amor y compasión, incluso cuando sus propios corazones están llenos de dudas y temores.
Gracias por existir, gracias por crear espacios seguros, gracias por siempre estar, gracias por ayudar a hacer de este un mundo mejor.
Dedico este artículo también a aquellas personas que tienen cerca a alguien como la persona que describo aquí. Mi intención es que puedan comprender más profundamente lo que significa ser una persona altamente sensible y tomen un momento para pensar en cómo pueden ofrecer apoyo a sus seres queridos sensibles. Es importante reconocer que detrás de la fortaleza que muestran, hay un corazón que siente mucho y que a veces necesita un espacio seguro para expresar sus emociones.
Para aquellos que tienen cerca a una persona altamente sensible, los invito a ser empáticos y comprensivos a escuchar con atención y sin juzgar cuando su ser querido necesite hablar sobre sus sentimientos, a reconocer y valorar su sensibilidad, en lugar de minimizarla o ignorarla. ¡Les duele tanto cuando eso sucede! Y nuevamente sufren en silencio. Los invito a crear espacios seguros donde ellos sientan que puedan ser ellos mismos sin temor al juicio o la crítica. ¡Qué importantes son los espacios seguros!
Gracias por abrir sus corazones y querer abrazar esa sensibilidad aunque a veces pueda ser difícil entender el sentir del otro. Gracias por insistir quedarse aún cuando el otro pueda decir que no los necesita, que puede apañárselas solo. Insistan un poco más, les aseguro que si el otro se siente seguro, también abrirá su corazón porque sentirá que no es una carga, que es amado tal cual como es. Solo necesitan un poco más de tiempo.
Con amor,
Ana